En medio de la pandemia de la COVID-19, los cuadros de estrés y ansiedad generados por la incertidumbre pueden incrementar el riesgo de desarrollar problemas cardiovasculares.
La pandemia de la COVID-19 ha incrementado también los cuadros de estrés y ansiedad alrededor del mundo. Las cuarentenas obligatorias y voluntarias, los casos de contagio, la falta de oxígeno y camas UCI, sumadas a las crisis políticas, sociales y económicas son algunas de las situaciones que favorecen la presencia de estrés, un factor de riesgo frente a la salud de nuestro corazón.
¿Qué problemas de salud cardiovascular pueden verse incrementados con cuadros de estrés?
El estrés puede ser tan bueno como malo. El estrés es una respuesta del organismo de índole física o emocional. El estrés genera la liberación de una serie de hormonas que participan del sistema nervioso y el sistema endocrino, el resultado final es una producción incrementada de mediadores químicos como la adrenalina, el cortisol, entre otras, e influye en un grupo grande de enfermedades como las cardiovasculares, que son las principalmente afectadas por una situación de estrés continuo como cardiopatías isquémicas, hipertensión arterial y las arritmias, principalmente de corte maligno y potencialmente mortales.
Dentro de las enfermedades endocrinológicas tenemos a la diabetes mellitus, dentro de las enfermedades digestivas a las úlceras, la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, el colon irritable, entre otras. Además de la disfunción eréctil, problemas con la menstruación, ausencia de orgasmos. Dentro de las dermatológicas, las reacciones alérgicas como la dermatitis. Dentro de los trastornos nutricionales, la bulimia y la anorexia. Dentro de las enfermedades neurológicas, los dolores de cabeza de tipo tensional y el insomnio. Dentro de los osteomusculares, las contracturas, la fibromialgia, enfermedades autoinmunes y además enfermedades emocionales como depresión, ansiedad y delirios, entre otros.
Por su parte, la doctora Edith Chávez, especialista del Instituto del Corazón San Pablo, agrega que desde el 2012, “el estrés ha sido reconocido como un factor de riesgo contribuyente en el deterioro de la salud cardiovascular.
“Esto se ha comprobado después de tantos episodios adversos, como el episodio de las Torres Gemelas (en Estados Unidos), luego de algunos terremotos en los que la incidencia de enfermedades cardiovasculares aumentó: crisis de insuficiencia cardiaca, infartos, etc.”, añade.
La especialista resalta que con la pandemia por la COVID-19, “existen efectos por la misma agresividad del virus, causando trombosis, infarto cardiaco, embolia e inflamación del músculo cardiaco (miocarditis) o inflamación del pericardio (pericarditis), que son efectos orgánicos serios ocasionados por el virus”.
“Tema aparte es que el estrés generado fue por el pánico y el miedo que ha ocasionado esta enfermedad, que incrementa la presión arterial, arritmias, etc.”, afirmó.
La doctora Chávez señala además que “la persistencia de estrés en nuestras vidas puede generar síntomas como cansancio, sudoración extrema, dolor de cabeza, aumento de acidez gástrica, necesidad de sedantes, entre otros”.
“Esto puede crear condiciones adversas como que aumente la hipertensión o si esta existe sea más difícil de manejar. Si al estrés se le suma el tabaquismo o el consumo excesivo de alimentos es mucho más fácil que ocurra en el tiempo un infarto de miocardio, por ejemplo”, sostiene.
En la misma línea, el doctor Fabián Julca, médico internista y cardiólogo clínico del Hospital Nacional Guillermo Almenara Irigoyen, señala que el estrés ocasionado actualmente por diversas situaciones complejas como la pérdida de un ser querido, problemas económicos, de salud o familiares, puede ser un factor de riesgo para que se generen enfermedades cardiovasculares.
“El estrés emocional activa directamente el sistema nervioso simpático produciendo un incremento en los niveles de adrenalina, esto conlleva a un incremento de la presión arterial y alteración en el metabolismo de la glucosa. Estos factores de riesgo incrementan la probabilidad de padecer de un infarto agudo de miocardio (IMA), condición que se puede desarrollar incluso en pacientes con arterias coronarias normales (miocardiopatía por estrés)”, añade.
El especialista sostiene que un estudio reciente publicado en JAMA Network Open (2020) “intentó medir el efecto del estrés relacionado con el COVID-19 al observar la prevalencia de la miocardiopatía por estrés durante la pandemia”. En dicha investigación, los autores del estudio compararon la incidencia de miocardiopatía por estrés durante la pandemia de COVID-19 (1 de marzo al 30 de abril de 2020) con la incidencia de miocardiopatía por estrés de tres períodos anteriores (en 2018, 2019 y principios de 2020).
“Los investigadores encontraron que hubo un aumento significativo en la miocardiopatía por estrés durante el periodo COVID-19, y que esto se produjo con una frecuencia cuatro veces mayor de lo habitual durante marzo y abril de 2020. Es importante destacar que todos los pacientes incluidos en el estudio resultaron negativos para COVID-19. Siendo así, esta investigación determinó el impacto del estrés sobre la enfermedad cardiovascular”, sostiene.
El doctor Julca menciona que, a diferencia de otros tipos de estrés cotidianos, que se pueden contrarrestar adoptando conductas saludables, “el estrés crónico, si no se trata, puede tener consecuencias adversas para la salud”. Entre las consecuencias más destacadas figuran la ansiedad, insomnio, dolor muscular, presión alta, diabetes mellitus y debilitamiento del sistema inmune.
“Las personas que tienen depresión y ansiedad tienen un riesgo dos veces mayor de tener enfermedades cardiacas que las personas que no tienen estas afecciones. Entre las principales condiciones destaca el infarto agudo de miocardio (IMA). Esta es una emergencia médica que implica la necrosis (muerte de las células) de parte del corazón por la falta de riego sanguíneo debido a una obstrucción o estrechez de la arteria correspondiente. La obstrucción completa de alguna de las arterias del corazón debido a la formación de un coágulo genera un cuadro de angina brusca (un dolor torácico opresivo de más de 20 minutos de duración) que si no se resuelve en menos de 3 horas puede tener consecuencias súbitas. Además de un IMA también se puede presentar otras complicaciones como la angina de pecho, tensión arterial alta, arritmias cardiacas, entre otras”, resalta.
HÁBITOS SALUDABLES Y EL CORAZÓN
Cuidar de nuestro corazón a través del manejo del estrés se puede dar en dos frentes: las medidas no farmacológicas y las farmacológicas. Las primeras pueden ser activar el ejercicio físico, llevar una vida en movimiento.
“Es sabido que las personas sedentarias sufren más eventos cardiovasculares. El ejercicio físico disminuye no solo el estrés sino además otros factores que generan riesgo cardiovascular como el sobrepeso y la obesidad, la hipertensión arterial y el hipercolesterolemia, entre otros”, sostiene.
El especialista añade que en individuos no entrenados es recomendable que se realice un ejercicio físico dinámico y controlado. Entre las actividades ideales destacan la natación, el ciclismo o la actividad física tipo caminata que ejercitan la mayor parte de los grupos musculares.
“Otro elemento fundamental es la buena alimentación. Llevar un equilibrio adecuado en el consumo de nutrientes es fundamental. Aquí destaca que una dieta equilibrada debe ser rica en verduras, frutas y fibra y baja en grasa y azúcares, fundamentalmente. Se debe eliminar el consumo de tabaco, controlar el consumo de café y alcohol, estas tres son sustancias tremendamente potenciadoras del estrés”, menciona.
Agrega también que el sueño es la clave para el manejo de estrés “El estrés es la primera causa de insomnio o de mala calidad del sueño. Existen múltiples técnicas para mejorar la calidad del descanso como la aromaterapia, ejercicios cortos de estiramiento antes de dormir, la lectura o escribir en un diario mejoran la calidad y la conciliación apropiada del sueño”, resalta.
El doctor Julca recomienda tener una buena alimentación y seguir una dieta mediterránea, considerada como la más cardiosaludable, es decir, la que mejor ayuda a prevenir las enfermedades cardiovasculares. “Esta es una dieta que se caracteriza por un alto contenido de frutas, verduras, pescado azul, legumbres, frutos secos y aceite de oliva”, menciona.
“Se sugiere no fumar y tampoco tomar bebidas alcohólicas. Estos son factores de riesgo modificables que incrementan el riesgo de padecer hipertensión arterial, dislipidemia e infarto agudo de miocardio. Finalmente, es muy importante mantener bajo control el estrés optando por la meditación o técnicas de respiración”, comenta.
Por su parte, la doctora Chávez menciona que para evitar el daño que nos puede causar el estrés, en primer lugar, debemos tener en cada día, algunos minutos de relajación, es decir, dejar de lado todos los problemas y pensar positivamente.
“Además, hacer ejercicio físico, inclusive en la misma casa en pandemia se puede usar la tecnología con clases virtuales. Podemos corregir la alimentación, evitar el café y el alcohol. Y, por último, tratar de dormir mínimo 8 horas al día. Si con todo esto no se soluciona el estrés lo mejor sería acudir a un especialista”, resalta.
SEÑALES DE ALERTA
Los especialistas puntualizan en algunas señales de alerta que debemos tener en cuenta ya que nos alarman de alguna afección de nuestro corazón a causa del estrés. Por un lado, el doctor Romero menciona que existen síntomas de alarma que definen la presencia del estrés en nuestras vidas como dolores frecuentes de cabeza, musculares, la fatiga habitual, la presencia de un aumento de la temperatura corporal, la sudoración continua, molestias gastrointestinales como diarrea e indigestión, sensación de sequedad de la boca y la garganta, presencia sarpullido, una necesidad de alimentación excesiva (comer por ansiedad), consumo de tóxicos, presencia de insomnio, tics nerviosos, irritabilidad, sensación de pánico, miedo, fobia, persistencia y presencia de malhumor, sensación de fracaso, disfunción sexual, problemas laborales o una conducta fundamentalmente antisocial, entre otros síntomas.
“Existe una respuesta clara del sistema cardiovascular al estrés. Hay elementos que van a aumentar o descender del sistema cardiovascular. Por ejemplo, como respuesta al estrés van a incrementarse la frecuencia cardiaca, la presión arterial, el tono y la reactividad vascular. Van a aparecer incrementos en el número y la capacidad de agregación de las plaquetas, lo cual podría generar mayor producción de trombosis o coágulos, se incrementan los ácidos grasos libres, los triglicéridos, el colesterol malo y el colesterol total y aparecen alteraciones en un segmento específico del electrocardiograma que es el intervalo QT que es un tremendo acreditador de arritmia”, señala.
Por su parte, la doctora Chávez agrega que es importante que prestemos mayor atención a algunos síntomas como presencia de palpitaciones, dolores de cabeza, ruidos del oído, sudoración e irritabilidad, sensación de pánico, falta de concentración.
“De existir estas condiciones es mejor concurrir a un profesional para que se hagan los análisis respectivos de modo que se busque un diagnóstico y soluciones y siempre es mejor tener ayuda profesional”, menciona.
Finalmente, el doctor Julca sostiene que es fundamental poder acudir de inmediato a la emergencia de un centro de salud en cuanto se presente un cuadro de dolor de pecho intenso o sus equivalentes como dificultad para respirar o mareos/desmayos.
“Si no se tiene un tratamiento oportuno el infarto agudo de miocardio puede llegar a ser mortal o dejar secuelas permanentes. Por lo que es vital la atención rápida de esta enfermedad o cualquier otra cardiopatía”, finaliza.
Fuente: RPP – Noticias