Por encima de la estética, el calzado de las personas mayores ha de ser cómodo y seguro.
A medida que se van cumpliendo años, algunas funciones del organismo van deteriorándose o, al menos, haciéndose menos eficaces. Los pies son los pilares de todo el sistema locomotor y constituyen una de las partes del cuerpo que más sufren a medida que se va envejeciendo. Artrosis, juanetes, dolores… hacen que escoger calzado se convierta en una cuestión prioritaria de salud para evitar molestias y en un factor determinante para una mejor calidad de vida en esta franja de edad que, por otro lado, desea seguir llevando una vida activa y dinámica.
La estética no es lo primero
Las modas y los patrones meramente estéticos han de pasar, forzosamente, a un segundo plano cuando se trata de escoger calzado adecuado, especialmente en esta etapa de la vida en la que puede haber falta de reflejos a la hora de sortear un obstáculo o minimizar un tropezón. Afortunadamente, en el mercado hay cada vez más variedad de estilos y diseños que hacen del calzado una prenda saludable y adecuada para cada día. A grandes rasgos, conviene huir de tacones altos o demasiado finos, así como de punteras demasiado estrechas… aunque estén de moda.
Ojo a la numeración
Es frecuente que las personas mayores sigan comprando el número de zapato que han calzado toda la vida. No obstante, a lo largo de los años el pie puede haber ensanchado, los dedos quizá tienen alguna deformidad o ha aparecido algún juanete, lo que obliga a replantearse la numeración adecuada y también la posibilidad de adquirir zapatos con hormas más anchas. Un zapato demasiado apretado causará ampollas, rozaduras, callosidades y abrasiones en la piel, un hecho especialmente preocupante en el caso de los diabéticos, ya que esta enfermedad ocasiona que las heridas y úlceras tengan más problemas de cicatrización y se infecten con más facilidad. Por otro lado, un calzado demasiado ajustado agrava los juanetes y causa dolor en el talón y en el metatarso. Para acertar con el número, hay que calzarse el zapato y caminar con él para asegurarse de que el dedo más largo no toca la puntera y que el meñique no está oprimido. Además, el talón no debe salirse al caminar ni desplazarse hacia adelante.
Calidad de los materiales
El calzado debe ser transpirable y confeccionado en piel flexible de buena calidad para favorecer el movimiento del pie al caminar y la comodidad del pie dentro del zapato, tanto en reposo como en movimiento. Un buen zapato contribuye a evitar la sudoración excesiva, lo que a su vez reduce riesgo de hongos y problemas en la piel de los pies. Asimismo, hay que prestar atención al interior del zapato. Este ha de ser suave, sin puntos duros o costuras que puedan herir la piel o causar dolor durante la marcha.
Suela de goma
Con los años, la planta del pie pierde la capa normal de grasa que sirve de amortiguación en la planta. Por ese motivo, las suelas demasiado rígidas o duras resultan especialmente incómodas para las personas mayores. Los zapatos con suelas de goma o las plantillas de gel incrementan la amortiguación y hacen la marcha mucho más agradable. Además, es conveniente prestar atención al dibujo de la suela para que sea antideslizante, lo que evitará resbalones y caídas.
Buena sujeción
Los cordones o velcros son idóneos para adaptar el ajuste del zapato. Si el calzado no está suficientemente sujeto, es probable que aparezcan tendinitis y dolores derivados del esfuerzo extra que debemos hacer, incluso de manera inconsciente, para sujetarlo. Por otro lado, el calzado sin talón o con un empeine demasiado pequeño tiende a salirse, lo que incrementa la posibilidad de que el usuario tropiece, se caiga o se tuerza un pie.
Visita al podólogo
Las personas mayores pueden presentar dificultades a la hora de cortarse las uñas, cuidarse la piel de los pies… por lo que no está de más que visiten a un podólogo periódicamente. Este profesional, además, puede hacer un estudio de la pisada y poner remedio a problemas muy dolorosos diseñando plantillas específicas.
Numerosos trabajos demuestran que el dolor, las dificultades motrices y el hecho de no poder llevar una vida activa es una causa fundamental de pérdida de calidad de vida, mala percepción de salud propia, desánimo y estados depresivos entre la población mayor. Por ese motivo, los podólogos recomiendan prestar especial atención a la elección del calzado en esta etapa de la vida.