El sabor del apio resulta inconfundible. Sus crujientes tallos tiernos no pasan desapercibidos en la ensalada, por muchos ingredientes que esta incluya. Y es precisamente el aceite esencial responsable de ese sabor, el que le otorga la mayor parte de sus propiedades salutíferas.
Propiedades e indicaciones
Desde el punto de vista nutritivo, el apio no presenta una composición llamativa. Es bastante pobre en hidratos de carbono (1,9%) y en proteínas (0,75%) y prácticamente carece de grasas.
Las sustancias activas que contiene hacen recomendable su consumo en los siguientes casos.
- Edemas: (retención de líquidos), cálculos renales, gota, aumento de ácido úrico, artritismo, gracias al notable efecto diurético de su aceite esencial. Este provoca una dilatación de las arterias del riñón, con el consiguiente aumento en el volumen de orina y en la eliminación de sustancias de desecho, como la urea y el ácido úrico.
- Diabetes: Contiene pequeñas cantidades de glucoquina, una sustancia de acción, similar a la insulina, que disminuye el nivel de azúcar en la sangre. Así pues, a pesar de que el apio contiene una cantidad moderada de hidratos de carbono, resulta muy indicado para su consumo en caso de diabetes.
- Hipertensión: El apio contiene bastante sodio (unos 87 mg/100g), gracias a lo cual resulta útil para la fabricación de sal de apio. A pesar de ello, tiene un efecto hipotensor debido al efecto vasodilatador de su aceite esencial y de una sustancia llamada 3-butilptalida, así como a su acción diurética. Su consumo conviene a los hipertensos.
Fuente: Libro “El poder medicinal de los alimentos”